En 1979 publiqué Figuras de la conciencia desdichada. Era un relato conceptual de un joven estudiante de madre alemana y padre catalán, que había visto las vicisitudes del régimen terrorista del General Franco, había deslegitimado con sus protestas generacionales las atrocidades del sistema capitalista mundial, pero también había visto un rayo de luz en los medios intelectuales más dinámicos de Berlín, México, Praga, París… el año 1968. De pronto comprendí que ninguno de nuestros sueños generacionales tendría posibilidad de sobrevivir. Y emprendí el camino contrario: la historia de la conciencia desdichada, el rostro oscuro del espíritu cristiano, hegeliano y positivista de la Historia moderna.
Eran ensayos artesanales de reconstrucción negativa de la historia de Occidente en obras como Mönch am Meer de Caspar David Friedrich, la poesía de Hölderlin, las versiones románticas de Faust o El viaje a Itaca de Cavafis. En estos y sucesivos ensayos, y no en último lugar en mi tesis doctoral, El alma y la muerte (1983), reconstruí las figuras de esa conciencia negativa moderna como hitos de una resistencia al logos del progreso.