Desde los años ochenta he viajado incansablemente a lo ancho de América latina. En México cristalizó el proyecto del “Continente vacío”. Brasil fue una experiencia deslumbrante precisamente a través del contacto con su elite de arquitectos y artistas. Le siguió Uruguay y Argentina. A comienzos de los años noventa viajaba con frecuencia a Venezuela para dar conferencias y asistir a encuentros de poetas, arquitectos e intelectuales. Le siguió Perú, Ecuador, Colombia y Chile. En 1992 publique en Caracas Los malos días pasarán: un desafío optimista, aunque errático, para América latina. También en Caracas dejé un recuerdo de mis críticas sonoras contra la falsificación histórica del “Quinto centenario del descubrimiento” de las Américas: América o la memoria histórica (1994). En Brasil comenzaron la serie de ediciones de “Viajes al Paraíso” y “Viajes al final del Paraíso”, que cerré con la edición mexicana de un libro electrónico con el título “Paraíso”.
El motivo mitológico del Jardín del Edén recorre la historia de la colonización de América como su hilo de oro. Sin embargo, existe una obra que me llamo la atención: El Paraíso en el Nuevo Mundo de Vicente León Pinelo, un tratado del siglo diecisiete que demuestra, con un notable aparato erudito, que el Edén bíblico coincide con la región en torno a Iquitos que da nacimiento al río Amazonas. Este motivo mitológico guio la serie aleatoria de ensayos sobre músicos, pintores, escritores y arquitectos latinoamericanos que había encontrado en mi camino, en Paraíso (2013) y en Arquiteturas da civilização brasileira (2019).
En 2014 publiqué, en la Ciudad de México, Mito y literatura, un voluminoso ensayo de interpretación de cinco grandes novelas latinoamericanas del siglo veinte: Macunaíma, Pedro Páramo, Grande sertão, Los ríos profundos y Yo el Supremo. En este estudio reconstruyo las memorias mitológicas programáticamente integradas a estas obras literarias y con ello expongo un nueva aproximación hermenéutica a la literatura moderna. Indirectamente, mi análisis denuncia la banalidad de los cultural studies, la futilidad de las categorías neo-surrealistas de realismo mágico, y el cul-de-sac de la antiestética postestructuralista.